Escuela Nueva del Universo de la Conciencia Cósmica de la Verdad
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LAS CONDICIONANTES DE LA CONSCIENCIA (Mje publicado por New-Prometheus-007 el 04/04/2008 en MSN Groups)

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Mensaje  Iván David Miér Ene 21, 2009 7:28 pm

Muy estimados Hermanos:

A veces, hay cosas por las que un Hombre ha de saber valorar los aconteceres de su existencia. Miren, lo que corresponde al Hombre de hoy día - mucho más ahora que nunca - es ese revalorarlo todo, ese revaluar con justa medida al ser y sus haberes, las obras, esfuerzos, aconteceres y progresos reales (todo cuenta, pero no podemos perder de vista nunca que el balance es, ha de ser siempre, presente: Eternamente presente, actuante y positivo).

Sí, la historia del Hombre, en cuanto a su más auténtica Verdad, es siempre presente, actual, sin tiempo. Ella es real y el peso objetivo y justo de su transcendente realidad, en definitiva, escapa los límites impuestos por la apreciación, siempre corta y distante, de la consciencia humana. Pero no por ello su posición deja de ser menos cierta y sus implicaciones de representar un grado ó valor objetivo en la economía de la Creación.

Y es curioso, pero siendo que - tanto la consciencia como la consecuencia de los actos realizados(el meritorio esfuerzo ó la infame fatalidad de sus errores y abusos) - ambas están íntimamente vinculadas, por una parte, al nivel de progreso del espíritu ordenador de cada quien y, por la otra, a las limitaciones y debilidad impuestas por su estado de desarrollo, aquellas que se proyectan como esa sombra que acompaña al alma humana, restándole fuerza, entendimiento y libertad; resulta que, mientras el espíritu labora en un sentido, a favor del progreso (el de la Luz), liberando las cargas y obstáculos que pesan sobre su materia; justamente ésta, arraigada como está a las sombras del pasado, por la inercia inconsciente de su existencia e inmersa como ha permanecido en los noches oscuras del tiempo, tiende a ir en sentido contrario al de la evolución (es decir, la que marcan en el destino las fuerzas eternas de la Creación), y vá en contra de sí misma, de su verdadero interés y más absoluta verdad. Y la vida, mis Hermanos, es el juego eterno de esas dos tendencias, el discurso y diálogo constante entre la Luz, la consciencia y la realidad (desafortunadamente, muchas veces, en la oscuridad).

Es, justo por éste importante motivo, que el punto de convergencia entre tiempo y eternidad se vuelva tan especialmente significativo en la vida real de cada quien. Es, por así decirlo, la conquista de la Luz, un asomo a la Verdad que nos dá el Ser y un sentido verdadero al existir. Es, por así decirlo, el punto preciso en donde se nos dá la Libertad y dignidad de Hijos de la Luz. Pero, por lo general es un fugaz instante, imperceptible para el mundo, apenas un diminuto rayo de Luz, por que así es nuestra consciencia, efímera, fluctuante, evasiva (aunque progresiva y claramente verdadera la realidad que percibe y captura para siempre, esa realización de un presente eterno que, a su vez le eterniza y le vuelve real y verdadera, ella - como función del alma - tiende tan fácilmente a olvidar, distrayendo su atención, atraida por afinidad hacia lo que, como ella, está sujeto al tiempo y las fuerzas dinámicas y altamente cambiantes de las circunstancias).

Es tan difícil para ella hacerce a la eternidad, ascender, perseverar y sostenerse en su camino, hacerse - ella misma - Luz, como la Luz que recibe e inspira el espíritu, que es de quien recibe también el ser. Hacerce ella misma una con el objeto de conocimiento (Nosce te ipsum! Proclama desde la eternidad el Espíritu de Verdad).

Si, es que ella misma no sospecha que, en el mundo, que es escuela y espejo de sí misma, es ella misma a quien conoce y de quien, por ese conocimiento, alcanza su más grande realización. Pero es que la Luz se ha de manifestar así al mundo y, ello que es Ley, es también - en Justicia - logro y satisfacción eterna. Aún así, el alma del hombre - durante la mayor parte de su vida - le hunde, haciéndole permanecer atado, cautivo y prisionero a los vicios del error y las apetencias de ese gusto, que es medida y reflejo de su debilidad y afinidad por las cosas de un pasado que no es, y un futuro incierto, que no ha ganado y para el cual no está aún, legítimamente, preparado, listo y dispuesto a recibir como suyo. Un futuro en gestación, pero continuamente amenazado por quien le ha de dar la Luz y traer a la Vida. Y es que, queridos hermanos nuestros, el mundo en su materialidad se resiste a concebir la grandeza de la Luz. El es error, engaño y negación y, sin embargo, en ese mundo se ha de dar el nacimiento y manifestación de la Verdad, esa realización de un destino que es eternidad y ha de surgir en el tiempo, entre las sombras y el abismo de una realidad de desconocidas.

Cujusvis hominis est errare; nullius, nisi insipientis, in errore perseverae. Posteriores enim cogitationes (ut aiunt) sapientiores solent esse. Cualquier hombre puede cometer un error; pero ninguno, excepto un loco, permanecería atado a él. Conforme al Provervio, siempre es mejor reconciderar cuando todavía es tiempo. Marcus Tullius Cicerón, Philippicoe (XII, 2)

Hablando de las Condicionantes de la Consciencia del Hombre, es importante no perder de vista ese importante aspecto que liga la percepción de la experiencia a la realidad misma, que es su objeto y razón de ser. Y es que así como la Verdad se nos manifiesta en la Vida y se hace realidad, así también quien conoce (el alma del Hombre) se hace uno con el objeto de su conocimiento (el espíritu) alcanzando su más completa realización (es decir, la de un destino que se manifiesta y hace Luz y Vida). Esta es la esencia y propósito de ese « Conócete a tí mismo » primera respuesta y admonición suprema de los Oráculos de la antigüedad. Es el camino al Hombre Total, un camino que se hace Luz, por el que el Hombre se hace Luz a sí mismo y el espíritu alcanza, con la Verdad, en Justicia, su más grande realización, aquí y ahora (con una eternidad sin tiempo, límites, obstáculos, ní inhibiciones).

Para el espíritu en armonía no hay más paradigmas ní fronteras por descubrir y conquistar que las impuestas por la Ley Suprema de la Verdad. El límite y los obstáculos están en sí mismo, en su interior - separándole - como abismos infranqueables, de esa realidad que le hace Hombre y de la Verdad que le hace Libre. Es ahí, donde debe buscar encontrar la solución, buscando - con ese espíritu auténtico y ese anhelo legítimo - descubrir el camino de la consciencia, la sabiduría y la virtud (pero no la virtud que persigue la religión de aquellos que evitan a toda costa llegar a encontrarse frente a frente con la Verdad, se entiende, sino la virtud que nos hace luz y enaltece el espíritu).

Como ser y obra de la Creación, al Hombre, no es que le falte nada para considerarse perfecto y terminado. Más bién, se trata que en él sobra mucho, y todo ese exceso de vanidad, errores y engaño, que como pesados lastres le envuelven y condicionan, le arrastran consigo a las profundidades de ese abismo de insondable caos, desarmonía e incomprensión. Ha de recordarse a sí mismo, reconocerse y redescubrirse en su eterna dignidad espiritual. Es decir, el camino del Hombre hacia el conocimiento y completo dominio de la Verdad, comienza y termina en él, más ha de retirar de su vida (su existencia en este mundo) todo aquello que no le es propio, por no ser propio de la Verdad. Velos que, como conceptos erroneos, equivocadas y engañosas apreciaciones, cubren sus ojos y enceguecen su mirar. Polvo y cenizas, inútiles obstáculos, ruido y desorden interior, todo ese orden de distractores que captan su inteligencia y nublan su atención, llevándole lejos, muy lejos de sí mismo, a la tierra del nunca jamás.

De ahí sus conflictos, sus deficiencias, sus luchas, su perdición y sus tropiezos (que siendo, generalmente, internas se manifiestan proyectando fuera de él todo ese desajuste y desequilibrio, que terminan por agobiar - con su inmenso peso e incongruencia - el ritmo natural de su desenvolvimiento y el orden de su continuo existir), lo cual, como se ha visto y podemos comprobar cada uno en la vida, no representa otra cosa que una verdad mal comprendida, una vida ausente, carente de significado, propósito y sentido real.

Es ello, sin la menor duda, expresión de la más grande de nuestras contradicciones actuales, como lo ha sido desde siempre: El alma del hombre en constante lucha consigo misma, en desconocimiento y oscuridad con respecto de la realidad que emana de su propio espíritu y, por consiguiente, ausente y ajena a la Luz y los caminos de la Justicia y la Libertad, que hacen de la consciencia transparencia, luminosidad, virtud y vida (es decir, eternidad presente y actuante en nuestras vidas, que son una obra sin tiempo, en constante desenvolvimiento, progreso y legítima evolución).



¡ Con todo el afecto de siempre ! sus Hermanos, desde la Unión Americana

Marcelo Martínez (firma)

Iván David
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