Escuela Nueva del Universo de la Conciencia Cósmica de la Verdad
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CARTA DE PRESENTACION ( PARTE I ) (Mje publicado por New-Prometheus-007 el 10/02/2008 en MSN Groups)

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Mensaje  Iván David Vie Ene 16, 2009 11:39 pm

Hermanos míos:

Esta carta ha sido transcrita aquí, por el deseo de todos nosotros de estrechar y fortalecer aun más los vínculos de unión, fraternal afecto y solidaridad que enlazan nuestros espíritus a la luz de la Verdad y la Ley de Amor. Me refiero a sus Hermanos, que desde aquí, en los EEUU, estudiamos y trabajamos por hacer realidad visible y manifiesta la Gran Obra del Espiritismo Luz y Verdad.

Fue dirijida originalmente a Iván David, teniéndolos en mente a todos y cada uno de ustedes, Hermanos nuestros, que están y estarán siempre presentes en nuestros pensamientos y corazones, no obstante la distancias y todas esas otras barreras, dimensiones y aspectos virtuales de una realidad ilusoria e inútil, que interpone a nuestro alrededor todo tipo de obstáculos, fronteras, mentiras y apariencias creadas, aquí y allá, pero siempre, por la ignorancia, la imaginación y el error progresivo de un mundo frágil y en crisis, que quiéralo ó no cambia, se transforma y cederá, tarde-o-temprano (aunque, paulatinamente, y para muchos demasiado tarde) ante la debilidad y peso específico de la irrealidad de posturas y absurdas pretenciones, que nada pueden contra el progreso y eterno desarrollo de la Luz. Recordemos, en todo momento, que el mundo es así y ella es la dinámica de la realidad: La vida, por consecuencia, queridos Hermanos, cuando real, auténtica y legítima, constituye en definitiva "la escuela del espíritu".

Como les hemos platicado antes, en la actualidad, nuestro grupo de estudios de Espiritismo Luz y Verdad, al Sur de Texas, pareciera ser aún muy pequeño (apenas 7 Hermanos). Más, no obstante el peso específico de las limitaciones presentes, en cuanto a recursos de instrucción y materiales de estudio, el entusiasmo y determinación son desbordantes, gracias a la pureza y transparencia del espíritu de luz que nos ilumina y acompaña, desde un principio, y a ese gran tesoro de incalculable valor que los Maestros han tenido a bién obrar, dejándonos su vida, espíritu y ejemplo como legado imperecedero para generaciones por venir.

Sin mayores preámbulos y con un muy especial saludo, lleno de afecto fraternal, para todos y cada uno de ustedes, me despido a nombre de sus Hermanos de éste, humilde y sencillo grupo de estudio del estado de Texas, al norte de nuestro amado continente Americano.

Suyo siempre y más allá,

Marcelo Martínez

Sus Hermanos del Norte, al Sur de la Unión Americana


Querido Hermano:

Estas palabras habrían de ser verdad eterna y luz para todos. Como reflexión a la experiencia de aquellos que - como tu, como yo y otros muchos, también, entre nosotros - hemos de pasar a lo largo de nuestra existencia por momentos difíciles, buscando, a veces sin encontrarlo, sentido a la propia existencia. Ellas van dirigidas al mundo, del cual somos parte consciente, realidad vital y operante, responsable de su parte en el orden Infinito del Universo. Se trata, mi querido Hermano, de un mensaje universal, un mensaje que nos sitúa frente a la Verdad y, por tanto, ante la justicia de una Ley que nos hace libres, confirmándonos hoy como siempre, como Hermanos, en el Amor.

Somos espíritus de luz, en una realidad que progresa transcendiendo sus propios límites, descubriéndose a sí misma, con nuevas dimensiones de la Verdad. Pero también, seres inmortales en un mundo que, sin embargo, apenas y muy remótamente, refleja su realidad eterna e infinita.

En la consciencia del Hombre - como puente - convergen, así pués, tiempo y eternidad, luz y sombras, cada uno de ellos pidiendo y reclamando lo suyo, la parte que en justicia cree le corresponde. De la falta de comprensión y compromiso, respecto a éste preciso punto, deriva la trágica historia humana, con sus tensiones, crísis y conflictos.

En distintas oportunidades, se nos ha confirmado que un espíritu de luz no tiene nunca que agradecer a la vida. El mismo es la Vida, un destino grande y luminoso, en sí mismo y por derecho propio. Cada uno habrá de saber justificar su proceder - como hombre que es - pero sólo, ante el espíritu que le creó y le confiere, día con día, su ser eterno. Ello, por que la vida es una responsabilidad para consigo mismo, una oportunidad para no desaprovechar, un destino que manifestar. Del llegar a realizarlo ó no, depende la fuente de su satisfacción, la luz que ilumina sus caminos y el justo descanzo al llegar el final de sus días.

La realidad (la verdadera y auténtica realidad), nos habla siempre de paz, armonía, equilibrio y progreso; es através suyo que se manifiesta en nosotros la Vida, con todo su potencial y posibilidades, destino y verdad. Por ella descubrimos la luz actuando en nosotros, siempre presente, eterna, visible.

Precisamente, es através de esos breves instantes de eternidad (en que percibimos la realidad en toda su dimensión, alcance y plenitud) en que nuestro ser, integrado y total, logra alcanzar la más plena realización, haciendo a su espíritu, por virtud del más grande Amor, copartícipe de la Creación.

El progreso así, parte de y se dirige - incidiendo directamente - hacia la realidad de sí mismo, es decir, desde la Luz y hacia la Verdad. Es así que nuestra consciencia evoluciona, dejando atrás el tiempo y la oscuridad, en la cual se llega a encontrar inmersa, progresando en la penumbra, con cada nuevo amanecer, pero siempre hacia el centro de sí mismo. Venciendo muerte, ignorancia y temor, todos lo hemos comprobado.

Evidentemente, el progreso eterno y continuado, evoluciona y se desenvuelve en todas las dimensiones del ser, en cada una de las realidades y componentes de la verdad que llamamos propiamente Vida (por que es nuestra, producto de nuestro espíritu y nosotros, como hombres, somos íntrinseca y consecuentemente suyos).

Tal es la razón por la que le es ílicito al hombre vivir por otros y - hasta cierto punto - prácticamente imposible tomar consciencia de la experiencia ajena, sin haber vivido y comprobado por él mismo (constatado con certeza) el valor y alcance de la verdad en su propia existencia. Es decir, la verdad, que se hace realidad en la vida de cada uno de nosotros.

No hay fórmulas, recetas, ní reglas universales para resolver los enigmas de la vida, usando trucos ó atajos desarrollados por otros para evitar el esfuerzo que requiere vivir por uno mismo con responsabilidad y consciencia. La Verdad no se nos dá gratuitamente, por más que apelemos a todos los derechos que creamos nuestros. La Verdad, sin embargo, es nuestra. Sí, pero, su posesión es producto de la posesión de la propia Vida, la realización de un destino y la conquista de la Eternidad.

Nuestros Hermanos y Hermanas, sabrán - en su momento - descubrir la Verdad que alienta sus vidas y la realidad de un espíritu que, en cada uno y todos, no deja de ser (por más que el tiempo y el olvido le cubran de polvo y parezcan arrastrarlo - con ellos - al sepulcro fatal que es la inconsciencia del alma). A nosotros, todos, espíritus de lucha y progreso, nos toca estar ahí, presentes, acompañar el despertar del Nuevo Día. Hemos sido convocados a éste instante desde la Eternidad, precisamente, para ello hemos vivido y nos hemos preparado en incontables oportunidades. Sea la Luz patrimonio y heredad de sus Hijos ¡Todos!

Ahora bién: Como ha quedado patente, hemos recorrido todos un largo camino y lo hemos hecho, necesariamente, abriendo nuevas sendas al andar. Somos peregrinos del Infinito, del cielo y las estrellas. Nuestra vida, es la Vida del mundo, pero no de este ó de aquel - en lo particular de ninguno - sino del mundo invisible y universal, sin fronteras, el mundo de la consciencia. Es a ella - producto e imagen del espíritu y quien ha nacido en la luz, más allá del tiempo y la distancia - a quien pertenecen nuestros sueños, anhelos y sed eterna de Amor, Justicia y Verdad.

Pero, muy importante es recordar aquí que, aunque se desenvuelve en el mundo, nuestra vida no es - en definitiva - propiedad del mundo y de su tiempo. En él se manifiesta, se hace realidad visible, progresa en el dominio y conocimiento de sí misma, evoluciona hacia la Eternidad. Pero, aunque el mundo material se beneficia y progresa - a su vez - de, en y por la realidad, su evolución está determinada por estrechos límites, impropios para el espíritu que le impulsa y le crea. En otras palabras: La Eternidad no es, ní puede llegar a ser, bajo ninguna circunstancia, contenida, comprendida ó compendiada bajo el tiempo. En ella, el espíritu libre, como es, se encuentra consigo mismo, no con una imagen de sí, sino con la Verdad. De su contacto con la Eternidad, surge la Luz de la realización y la imagen que proyecta en el mundo, por ello, se perfecciona. Pero, como consecuencia de ello mismo, no le limita, determina ní, mucho menos, le subvenciona. Sin embargo es en ella que el espíritu reconoce el grado de progreso alcanzado a lo largo de su camino, despierta y reinicia su andar hacia la Verdad.


(Continúa más adelante con la Parte II) ..

Iván David
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Mensaje  Iván David Vie Ene 16, 2009 11:43 pm

CARTA DE PRESENTACION ( PARTE II )

Continuación ..


De ahí, que sea vital ese recordarse a sí mismos, reconociéndose (revalorándolo todo) a la luz del progresivo conocimiento de la Verdad. Es decir, en nuestra experiencia, nada ha de ser juzgado con ligereza, como bueno ó malo; pero sí, por el grado en que las condiciones que de ello se generen, sean propicias y conducentes a la, tan ansiada, posesión del bién supremo que conlleva la Verdad.

Es precisamente, en la medida en que ésto posibilite el progreso y evolución de nuestro ser espiritual, a la luz de lo cual, la experiencia consciente será considerada como válida y potencialmente útil para el despertar de cada uno. Se desprende de lo anterior, que cuando nos refiramos a Luz visible y manifiesta, nos estemos refiriendo, en consecuencia, a la resolución de los vacios de nuestra consciencia (la conquista y control de uno mismo, de la propia realidad y destino) en nuestras vidas y, através de nuestras vidas, de nuestro lugar en la misma eternidad (ya, desde hoy, aquí y ahora).

Hoy se inicia, para nosotros, es decir: para todos, un Nuevo y maravilloso Día. Y se inicia para el mundo entero, en las sendas eternas de la Verdad, lo sepamos ó no reconocer y valorar. La decisión está en cada uno, en su voluntad y libre determinación. Nosotros preferimos avanzar, mantenernos así, más allá de los horizontes, donde despunta el Amanecer (despiertos, alertas, siempre listos, preparados y dispuestos a dar el paso que una, en nosotros, através de nuestra vida, el Amor, la Justicia y la Verdad).

Nos hemos de felicitar - sincera y conscientemente - por el reiniciar nuestro camino aquí, precisamente así - sin distracciones ní desvios - a la Luz de la Verdad, entre ustedes nuestros Hermanos todos y, precisamente, desde aquí, de cara a la Eternidad. Es preciso hacerlo con humildad, es cierto, en reconocimiento de las distancias que aún nos quedan por recorrer, que son enormes e infinítamente vastas. Pero convencidos estamos - por su importancia y necesidad - de la transcendencia del paso que hemos decidido dar.

En éste contexto destaca, por su importancia, el punto central del Magisterio catedrático de nuestros Maestros. A nuestro juicio es, precisamente, la luz del Espíritu de la Verdad la que nos conduce a la Vida, la que ilumina nuestra realidad y despierta la consciencia, uniendo en uno, tiempo y eternidad; dimensiones e Infinito; anhelo, destino y realización. Es el despertar a la Verdad, la luz que el Espíritu ha venido a encender en nosotros: La que nos hace, indiscutiblemente, llegar a ser libres, seres pensantes, completos en cuerpo-alma y espíritu.

Vivamos pués, Hijos de la Luz - consecuentemente - conforme a tan alto Honor y Dignidad.

Estimados Hermano, el día despunta ya en el horizonte. El camino aparece, cada vez más claro, iluminado por la luz de un espíritu libre y verdadero. Nuestros Hermanos, despiertan ya, uno a uno, aprestándose a reemprender el camino, continuar la gran obra y alcanzar la más plena y completa realización que su fé eterna no ha cesado, ní por un instante, de anhelar.

Muchos han sido los caminos que nos han reunido, muchas las circunstancias de la vida y del destino. Pero, detrás y más allá de todas ellas, transcendiéndolo todo, la Verdad brilla, eterna y universal. Muchas, así mismo, han sido las obras, muchos sus esfuerzos, muchos, también, sus sacrificios. Cada uno de nuestros Hermanos, según su estado y condición en la vida, pero todos, sin distinción, independiéntemente de su edad, origen, capacidad ó posición en el mundo, todos han acudido en espíritu al llamado de la Luz. Es cierto, lo sabemos y estamos absolutamente convencidos de ello. El tiempo llegó para todos, el presente está aquí, no obstante nuestra consciencia de lo eterno, aún no haya terminado de comprenderlo.

Nos hemos acercado así, a las fuentes de la Verdad y la Vida, con humildad y sincero amor. De nuestras vidas - en ascenso siempre y en pos de la Luz - se han ido realizando, aún sin percatarnos nosotros (por que mucho se hace, más allá, en las dimensiones de la realidad que escapan a nuestro intelecto y comprensión humana y terrenal), incontables hechos, maravillosos y transcendentes todos ellos. La semilla que se ha sembrado, dá sus frutos de Luz, manifiesta un destino, una fé que se traduce en determinación, obras y hechos. Hechos, que cambiarán, llegado su día, la faz del mundo.

El mundo observa - absorto y perplejo - el desenvolvimiento de una realidad de cuyo progreso no forma parte y a la cual, ni aun estando plenamente inmerso, él mismo, pareciera a veces pertenecer (lo demuestran su permanente ausencia, actitudes, pensamientos, vacío y nulidad). Observa sí, pero en forma pasiva, sin comprender (lejano, ausente, confundido, perdido de sí mismo). Y es que el espíritu del hombre se ha entregado al mundo de su creación, olvidandose de su origen, vocación y destino eterno. Con ello, y por su abrerrante situación, sus vidas se reducen a un trágico y muy triste existir, envueltos por las sombras de la apariencia, el error y la mentira.

Muchos, transitan ésta existencia pero están siempre huyendo, insatisfechos, angustiados, temerosos de todo y de sí mismos (también, es decir, de sus sombras, ausencia y vacio interior). Sus errores les persiguen. Son graves y su vida - que no es realmente Vida - pasa, vana e intranscendente, como el polvo que arranca el viento a la vida material, para perderse - al final - entre las cenizas de oscuros huesos, muertos para siempre. Sea lo que sea, el resultado es suyo (producto de su propia libertad y determinación).

Más, nuestras vidas - la vida del Hombre en general - ante la Justicia, han de dar siempre fiel testimonio de la realidad. No son ya, tan sólo, las palabras, las actitudes, el sentir ó el pensar. Son los hechos y detrás de ellos, la intención y el espíritu que alienta las realidades de nuestra viva entera. Sí de algo podemos estar seguros, es que los Libros eternos de la Verdad y la Vida, hablarán siempre por sí mismos.

Más allá y por encima de todo, transcendiendo las simples apariencias, las circunstancias, argumentos y razónes humanas, siempre, brillará la Verdad, imponiéndose ante el error, la infamia y mentira. Mucho se ha escrito a éste respecto, el estudio de la experiencia consciente es, en definitiva, tan necesario como lo es el tránsito por la vida misma, desde que somos seres inscritos en una realidad multidimensional. Leer, por tanto, debe transcender la propia lectura; como Vivir, también, ha de ir más allá, respecto del simple vivir; y Amar, del inopinado, simple y vacio amar. Por que la Eternidad, la realidad donde rádica nuestro espíritu, es verdadera y total, y no un simple remedo, superficial y transitorio de nuestra imaginación. Para que la experiencia de la Vida sea válida, ella debe ser así: Real, total, definitiva, como lo es la Verdad de que procede. Nuestro conocimiento, por lo mismo, sí válido, ha de ser, por lo tanto, auténtico e indiscutiblemente nuestro.

Cuando leemos la vida y obras de los Maestros, tenemos la sensación de no estar solos, que el camino es en realidad el camino de muchos y que no se inició aquí, ahora, en nuestros días (por más que las circunstancias que lo rodean parecieran, las más de las veces, determinar su curso). La vida es eterna y continuada, lo sabemos y comprobamos, una y otra vez - se nos ha enseñado y lo confirma la experiencia propia. El Espíritu clama su potestad y lugar en la realidad, nuestras vidas se iluminan con su luz y nuestra alma se engrandece y crece en la Verdad.

La Historia de la experiencia humana es, pués, muy vasta. Y sin embargo, el hombre, en realidad se conoce muy poco a sí mismo. Le importa muy poco su vida, prefiere ignorar y evadir su responsabilidad, huir de la realidad y despreciar su conocimiento - todo - por una simple y sencilla razón: A medida que descubre las inmensas distancias que aún le separan de la Eternidad; lo relativo y efímero de su paso por la existencia - lo débil, fugaz y etereo de su condición actual - los límites, fronteras y restricciones que se ha autoimpuesto, le agobian - la complejidad de sus problemas y la imposibilidad de sus medios para resolverlos satisfactoriamente, a los ojos del mundo, como según cree, le crean un estado de angustia, escepticismo y desaliento sistemático - le disgusta su pequeñez, pero el mismo se refugia y condena a sí mismo, ocultando su verdad detrás de las apariencias y sombras de su propio temor a la Vida (que es, desde luego, temor de sí mismo).

El Espiritismo Luz y Verdad surge de esa necesidad eterna del hombre de todos los tiempos por ir y llegar más allá, él mismo; de esa realidad innegable y absoluta de su condición y estado de progreso, ante la Luz y la Justicia que no esperan, por que la creación continúa y la eternidad no acaba con el tiempo. Pero el Espiritismo es anterior a esa realidad y le transciende desde el principio, pués ella mismo, con el Hombre, es su consecuencia:

El Hombre, dadas las circunstancias necesarias, terminará por reconocer su realidad ó desaparecer para siempre, recluido, cautivo, esclavizado bajo los efectos y alcance de su propia prevaricación, detracción de la Verdad y autoengaño de sí mismo. Pero ello, no debiera sorprendernos, ya que es producto y consecuencia de su propio ser y acontecer.

Las distintas escuelas de conocimiento, através de los siglos, nos lo han advertido y anunciado en incontables ocasiones. A lo largo de los siglos, han venido infinidad de Misioneros y Maestros a los que hemos ignorado, volteado la cara, cerrado las puertas, negado la palabra, humillado, calumniado y desterrado de nuestras vidas y consciencias para siempre. Les hemos negado todo derecho y oportunidad, les hemos perseguido y sistemáticamente exterminado hasta, prácticamente, acabar con ellos y silenciar para siempre el eco de su mensaje. Lo hemos hecho hasta el cansancio, una y otra vez, creando un hábito y costumbre viciosa sobre nuestras almas, ya de por sí desvirtuadas y empobrecidas de tanto vivir así, escondidas, huyendo de la culpa y el remordimiento secreto que arrastran, ciegas, nuestras consciencias.

Vivimos y sentimos, pero, no en la realidad. La Universidad, nuestros estudios y la ciencia, todo, debiera contribuir a nuestro despertar, desarrollo y progreso en la Luz. Pero tu, querido Hermano, podrás comprobar que no es siempre ní por mucho así. Sólo quienes tienen ojos para ver y oidos para escuchar, y un ser despierto y consciente a las realidades del espíritu, aprovechan y progresan, con la Luz que crea y lo sostiene todo. Las ciencias y la vida universitaria despiertan la conciencia de lo universal y, sin embargo, lo ignoramos. No queremos saber más, nos asusta la idea de comprometer el propio existir, cambiar y progresar, superando nuestro triste estado y condición, por que ello - el evidenciarlo todo - implicaría consciencia, compromiso, reconocimiento y aceptación de una realidad que, jamás, hemos estado dispuestos a llevar ante la Luz y la Justicia.

Como el progreso del que deriva nuestra propia evolución, depende de una verdad (con los consabidos errores, falacias, mentiras, paradigmas y pretenciones utópicas de las cuales depende, a su vez, la satisfacción vana de nuestro egoismo), que no reconocemos como nuestra y sobre la cual, mucho menos, asumimos responsabilidad; Entonces, las consecuencias - hoy, más que nunca, evidentes - ocupan el lugar de la Luz, descartando para siempre toda oportunidad y posibilidad de éxito real en nuestras vidas. Mi consejo es, nunca quedarse con nada, llenar los vacios y satisfacer las dudas que, de esta forma, la intuición, guiará los pasos de cada uno, a la luz de un espíritu de pureza, transparencia y auténticidad verdadera. Mi querido Hermano, el hombre debe recordarse siempre a sí mismo, pués es entonces que, conociéndose, se descubre y en su vida nace la luz del espíritu. El mensaje a que hacía alusión con las últimas cartas se refiere precisamente a esto.

Suyos siempre,

Firma, a nombre de todos, su Hermano Marcelo Martínez

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